miércoles, 28 de septiembre de 2016

Netflix 2: THE AFFAIR

Continuando con mis reseñas netflixeanas hoy quiero comentar sobre esta serie erótica romántica. El tipo cuarentón, docente de escuela pública y escritor ocasional, padre de cuatro hijos y felizmente casado interpretado por el acertadamente insulso Dominic West. Tiene un suegro escritor de los exitosos y millonario que le refriega la ayuda económica y el éxito de sus publicaciones. Con una mansión en Montauk, un lugar de veraneo en Long Island a pocas horas de New York, la casa del suegro es el lugar obligado para pasar los meses de vacaciones de toda la familia. La esposa, la interesante Maura Tierney (ER, Colores Primarios), disfruta de pasar el verano en su casa de la infancia pero comprende el conflicto que genera en el resto de los miembros de la familia, en particular en el marido y los dos hijos adolescentes problemáticos. La contraparte, una mujer del pueblo de 31 años (Ruth Wilson) que a diferencia de las típicas rompehogares de tantas otras tramas similares, arrastra una tragedia reciente que le condiciona todo su accionar y la convierte en un personaje oscuro e imprevisible. Sobre esta base se arma un argumento que combina ingredientes de un thriller psicológico con un muy particular manejo de los tiempos, mechando el relato con una investigación policial que ocurre a posteriori de los hechos relatados y sobre una muerte que permanece en el misterio durante largos capítulos. Pero lo más singular e interesante de la serie es que cada capítulo está separado en dos mitades que indefectiblemente se llaman “Noah” y “Alison”, los nombres de los amantes de la trama. Y en esas mitades se muestran los hechos como lo ve, lo vive y los recuerda cada uno de manera separada. Pero a diferencia de películas como “Elephant” de Gus Van Sant donde se recrea una y otra vez las mismas escenas desde una cámara diferente para mostrar las perspectivas de protagonistas pero reflejando siempre la misma escena objetiva, aquí se muestran las situaciones de manera completamente diferentes, alterando los diálogos, las improntas y hasta el vestuario para reflejar la subjetividad de cada punto de vista. Y la consecuencia más que interesante de esta manera de mostrar dos subjetividades tan distintas de un mismo hecho es que será el espectador el que debe construir a partir de esas dos vivencias su propia idea de lo que probablemente haya ocurrido. Y sobre esa conclusión que dejan los guionistas en mano del espectador se entenderán los hechos subsiguientes de la novela. Si bien la base puede ser similar a tantas películas sobre la infidelidad como la extrema “Atracción Fatal” con Douglas y Close o más sutiles como “Enamorándose” con De Niro y Streep, The Affair nos relata un cuento inserto dentro de un contexto bastante más elaborado con personajes secundarios bien desarrollados y gravitantes dentro de la trama, algo que una miniserie en capítulos permite más que un único largometraje. Hasta ahora solo disponible una temporada, pero la recomiendo fuertemente.         

Netflix 1: LA PARANOIA HECHA ARGUMENTO

Una serie interesante pero solo para estómagos desapasionados que puedan separar la realidad de la ficción. Homeland propone una mirada desde las entrañas mismas de la CIA. Con toda la esquizofrenia post 11 de septiembre, el argumento de esta producción de Fox que debutó en 2011 y ganó rápido premios diversos, como un Globo de Oro a la mejor serie en 2012 gira en torno a una agente muy competente pero que oculta una bipolaridad que la obliga a vivir medicada, interpretada por la interesante Claire Danes.
La actriz logra llevar al personaje desde una correcta agente de campo diestra en el manejo de contactos en el terreno de un siempre conflictivo medio oriente hasta convertirse en una burócrata despiadada a la hora de la toma de decisiones en las temporadas finales. La serie muestra una ficción que me aparenta bastante más cercana a la realidad que tantas otras series y películas que giran en torno a la entidad de Langley cargada de una mística necesariamente negativa. Aquí se aprecia una interna permanente y feroz (como la que vimos en Peligro Inminente, por ejemplo) y se comprende por qué los EE.UU. jamás dejarán su rol de gendarme del mundo. Este brazo particular de su aparato de guerra se mueve con una autonomía total del poder político. Si bien del Despacho Oval bajan línea y dan las pautas, son los directivos de la agencia los que deciden de última que cosas comunicar y que cosas mantener ocultas de sus superiores políticos. El enemigo se centra casi exclusivamente en medio oriente pero tanto los aliados de la región como hasta los terroristas más buscados por la propia agencia tienen los vasos comunicantes que los vinculan con algún estamento de la propia CIA, aun con la ignorancia de otros. Enemigos acérrimos y aliados en una misma persona. Una vuelta de tuerca interesante es justamente esta estructura corrupta que pone a los buenos y malos divididos por una extraña diagonal que deja de un lado y del otro a propios y extraños en proporciones parecidas. Leales servidores públicos tan yankees como el pastel de manzana o la guerra preventiva terminan siendo grandes traidores mientras que un funcionario pakistaní que reúne el estereotipo de todo lo malo desde la óptica norteamericana resulta un fiel colaborador del imperio. Todo esto matizado permanentemente con complejísimas relaciones humanas que vinculan a los protagonistas con sus parejas, sus familias, pasados tormentosos y extrañas relaciones florecidas del propio seno de ese trabajo border que deben llevar adelante. Insertada la fantasía como una pieza oculta de un rompecabezas que encaja perfectamente dentro del contexto de realidad de la última década, el argumento puede tranquilamente verse como “the making of” de una parte de la realidad que los interesados en política internacional conocemos al dedillo. Todos los ingredientes de fotografía, edición, efectos, en lo formal mientras tecnología de punta e incorrecciones de todo tipo se vuelcan en el relato para hacer de esta serie un entretenimiento creíble a la hora de poner sobre la mesa un proceder que por defecto se mantiene
convenientemente oculto de la sociedad. La CIA, el imperio y su reacción frente a un presente que les resulta incomprensible y que desde hace 15 años los hace ver al mundo más bipolar que la propia protagonista. Un argumento que se entiende perfectamente sabiendo la paranoia que arrastra el golpeado imperio en cuestión. El gran inconveniente es que estos procederes nos arrastran a todos. Recomendable.
 

https://www.youtube.com/watch?v=z2vvkPJ0-7g
    






domingo, 4 de septiembre de 2016

LO BITLE

Ayer se cumplieron 52 años de uno de los grandes hitos de mi infancia. El 3 de septiembre de 1964 The Beatles actuaron en el entonces llamado Indiana State Fair Coluseum, un estadio de usos múltiplos construido en la década del 30 como parte del programa de inversiones públicas llamado New Deal de FD Roosevelt que sacaría a los EEUU de la profunda recesión posterior al colapso de octubre de 1929. Mis hermanas de 13 y 14 años hicieron merecido escándalo que les permitió conseguir las escasísimas entradas a la friolera de u$s5 cada una. Fueron 2 actuaciones, las únicas que dieron en ese estado y que albergaron en total a unas 15000 personas por show.
Esa noche, un jueves, toda la familia se trasladó los 80 kms que separaban nuestro pueblo de Bloomington, sede la universidad estatal, hasta la capital del estado de Indiana. Yo con apenas 7 años por cumplir los 8, no tenía derecho para pretender ver el show, así que con mis padres nos quedamos en las inmediaciones del estadio esperando que el breve set de 12 canciones culminara.

Se sabía, sin embargo, por la intensidad del griterío del público mayoritariamente femenino y muy joven, el momento en que los fabulosos 4 subieron al escenario y casi de inmediato comenzó a sonar el ya archiconocido riff de “Twist and Shout” con una claridad y profesionalismo que daba la impresión de ser el disco el que sonaba. Los pibes promediaban entre 21 y 24 años y ya eran el fenómeno mundial más destacado del
momento. Mi viejo, papitador de estar viviendo un momento histórico, descubrió un portón lateral hecho de chapa que a los 2 mts y monedas se convertía en reja y se acercó entre la multitud hasta quedar pegado. No daba para que veamos nada pero no dudó en subirme a sus hombros para que yo vea. Me prendí a las barras y desde ahí pude ver el escenario. Un rectángulo blanco desprovisto de toda decoración que se elevaba un metro del piso y muy iluminado donde había solo 2 micrófonos montados sobre sus respectivos pies que ni jirafa tenían y por donde cantaban los 3 de la delantera. En esa época y a pesar de el antecedente de Elvis que interactuaba mucho con el pie y el micrófono, los pulcros ingleses de rigurosos trajes no tocaban el adminículo para nada, acercándose y alejándose según corresponda.
Y en una tarima más arriba el entrañable y querido Ringo en un mundo aparte. Él sí con un micrófono con jirafa para sus coros y que de paso era lo único que amplificaba su batería, una Ludwig con lo mínimo: un redo, un ton, el clásico bombo con el logo The Beatles, una chancha y 2 platillos. Entre él y los otros las grandes cajas de los hoy clásicos VOX AC100 y que fueron los primeros construidos apenas unas semanas antes para George y John pensando en esa gira. Y nada más. Así me pasé gran parte del breve show que apenas superó la media hora con todo material recontra difundido hasta el cansancio por cuanta emisora de radio uno pillaba, al menos en mi casa. A la salida mis hermanas, que habían pasado todo el evento a grito pelado, eran un mar de lágrimas ambas, un efecto que mis viejos no comprendían pero que yo veía como lo más natural del mundo, ante semejante vivencia. Cualquier otra reacción me hubiera sorprendido, sabiendo lo que provocaba esta banda en el pináculo de su carrera que separaría la música del siglo XX en un antes y después. Unos hot dogs en la feria que rodeaba el estadio y el camino a casa ya bien entrada la noche donde mis hermanas no paraban de hablar de lo que acaban de vivir mientras yo en absoluto silencio y a mi manera no podía cerrar la boca ante el asombro de la experiencia. La música, que me acompañaba desde que tenía memoria, pasaría gradualmente a convertirse en algo central en mi vida y por ese característica ya me considero un privilegiado a pesar de las peripecias de todo tipo que la vida me tenía preparado. Un muy feliz domingo para todos.