lunes, 28 de marzo de 2016

EL DIOS SURGIDO DE UNA VOTACIÓN

Entre la academia se acepta que el Evangelio más antiguo es el de Marco. Luego siguen los de Lucas y Mateo, no interesa mucho cual está primero, pero ambos inspirados bastante en el de Marco. Y el de Juan se coincide que es el más reciente. Aclaro que de ninguno hay originales. Lo manuscritos encontrados son copias de copias de copias, el más antiguo data de unos 200 años después de que fueran escritos originalmente. Los originales, a su vez, fueron escritos entre 40 y 70 años después de la desaparición de Jesús. La gran discusión que entretiene a muchos eruditos hoy es exactamente cuando Jesús de Nazaret se convierte en Dios. Dejando de lado teorías que algunas religiones yankees como los Mormones o Testigos de Jehová sostienen, ya que ninguna de ellas poseen eruditos de fuste y sus conclusiones salen de ideas caprichosas que solo ellos sostienen, es interesante analizar las opiniones de estudiosos serios en la materia, académicos en su mayoría católicos, evangelistas y agnósticos. Aclaro, para ser honesto, que entre los Testigos hubo uno de la actualidad muy versado en la Biblia llamado Greg Stafford que tuvo la osadía de defender sus ideas frente a colegas de otros credos y lo hizo con buen nivel académico. Por supuesto esto le valió la expulsión (año 2009) y como no podía ser de otra manera para un yankee de Connecticut tan propenso a los microemprendimientos, de inmediato fundó su propia religión. Algún día podemos profundizar en la teoría que sobre Jesús sostienen los Testigos.
Volvamos a Marcos. El evangelio dice en su aclaración que es la historia de Jesús, el Mesías, hijo de Dios. Pero en su contenido, al menos los primeros 8 capítulos, algo así como la mitad del libro, los protagonistas del relato (familia, vecinos, discípulos y sacerdotes) no entienden quién es Jesús. La resurrección de Jesús lo transforma en un ser divino y en esa ocasión, expresa, Marco, Dios lo adopta como su hijo y allí se convierte en una deidad. Esto es similar a otros personajes de la historia que murieron y al resucitar se hicieron una especie de dios, como Rómulo, fundador de Roma, o el propio Moisés del Antiguo Testamento. O sea, según Marco, Jesús se convierte en hijo de dios al resucitar. En Lucas y Mateo, en cambio, la divinidad de Jesús se hace presente en el momento del bautismo de Jesús, cuando se abren los cielos y baja el Espíritu Santo.
Y finalmente Juan, en su primer verso, ubica a Jesús al principio de los tiempos coexistiendo con Dios desde el vamos y se hace hombre después y es el propio Dios el que concibe a María la Virgen.


Esta tendencia cronológica de ir ubicando a la divinidad de Jesús cada vez más atrás en el tiempo según el autor del Evangelio que leamos, disparó toda una discusión durante los primeros siglos del cristianismo. Dos eruditos de Alejandría, Ario y su obispo superior Alejandro, presentaron las teorías más aceptadas para comienzos del siglo IV. Ario sostenía que Dios padre, el todo poderoso, creo a Jesús en un determinado momento del la historia y le dio su carácter divino, pero inferior en rango. Alejandro en cambio sostuvo que Dios y Jesús coexistieron siempre y con igual rango, o sea, son básicamente el mismo Dios. Estas dos interpretaciones tratan de conciliar con cierto raciocinio las contradictorias expresiones de los evangelios. En el Concilio de Nicea del año 325 se trató exclusivamente ambas interpretaciones. Y por una votación finita ganó la teoría de Alejandro. Y esa visión se volvió un Credo para el cristianismo “mainstream” que vino a continuación. En algún momento con más tiempo podemos profundizar en las corrientes de pensamiento previas a las teorías de Ario y Alejandro que son muy interesantes para comprender como se llega a esas dos propuestas zanjadas en Nicea.      

viernes, 25 de marzo de 2016

RAÚL


Mis esporádicas visitas a Buenos Aires incluyen siempre una escapada de medio día a Nueva Pompeya, emblemático barrio donde tiene el taller un entrañable amigo de tres décadas. Un colega que se dedicó casi toda su vida a la reparación de grandes motores eléctricos y de inventar o solucionar lo insolucionable. Mezquino con sus conocimientos porque sabe que ahí radica su competitividad, al poco de conocernos empezó a desburrarme generosamente porque algo mío le cayó en gracia. Imposible de dejar su pasión sigue plenamente activo a los 87 años e incursionando en nuevos desafíos permanentemente. Ahora el fuerte suyo es la fabricación y reparación de bobinas para grandes hornos de inducción, como se ve en una de las fotos. Al mediodía siempre caemos a algún restaurante de la zona que permite disfrutar de los típicos platos que hicieron célebres a los barrios porteños. Esta vez una exquisita y abundante cazuela de mariscos regada por un torrontés que me atreví a sugerir de nuestra región que estuvo perfectamente a tono con la excelente comida. Compartimos además la debilidad de los helados de postre.  
Con muchísimo para rememorar y ponernos al día. Como en una ocasión que un conflicto entre un proveedor tucumano y el Ingenio Ledesma se quiso zanjar con una reunión de “especialistas”, uno por cada parte. El proveedor tucumano me pidió si podía ser su perito de parte ya que Ledesma estaba mandando a “su” especialista para inspeccionar el trabajo en cuestión. Yo llegué una hora antes para coordinar la estrategia con el asustado empresario con la intención de ganar unos días para poder resolver una curiosa falla que no podíamos eliminar a pesar de varios intentos y modificaciones. Cuando llegó el vehículo del Ingenio y veo bajar al “especialista” no pude contener la carcajada. Era nada menos que mi entrañable amigo. Canchero, astuto, porteño de arrabal a pesar de su origen mendocino, sin siquiera mirar la máquina en cuestión me agarró del brazo, me llevó aparte y me dijo: “seguro que hiciste esto y esto, verdad? Ahí está el problema, que pelotudo que sos, y eso que sos el especialista en eso, cómo se te puede pasar?”
Sin que se le escape una insinuación sobre mi incompetencia, se dirige al dueño del taller y le dice: “necesitamos unos elementos que son indispensables para resolver esto de una buena vez, se puede encargar?”. A lo que el empresario tucumano contestó titubeante: “pida no más, le conseguiremos todo lo que necesite”. El porteño respondió “una muzza, una especial, una calabresa y 6 cervezas, con eso andaremos bien.” A partir de ahí todo fue distensión. Mientras comíamos y bebíamos los operarios iban haciendo las modificaciones en la máquina, turnándose para poder participar del convite. Para cuando la conversación ya mostraba los síntomas de los cereales fermentados, la máquina en cuestión ya funcionaba de maravillas. Mi amigo López, el Vasco Viejo como lo llamo de vez en cuando, nos lleva a un lugar reservado al empresario local y a mi y le dice: “yo esto lo hago solo porque está mi amigo Luisito de por medio. Mi intención era llevarme la máquina a Buenos Aires”.

Esta es solo una de interminables anécdotas que compartimos con Raúl López, amistad que me permitió llegar desde las minas del altiplano hasta los confines de la Patagonia. Hoy una parte de lo aprendido le retribuyo respaldando técnicamente las modificaciones e inventos que toda la vida lo hacía a puro “olfato” o prueba y error. Hoy cuenta con la colaboración de mis sofisticadas planillas de cálculo que no comparto con nadie más. No hay retiro en su horizonte. Lo vivo retando por su obstinación por el trabajo y su querido taller, único local que pudo salvar del holocausto industrial de Martínez de Hoz que lo transformó de un gran empresario en un pequeño artesano especialista, a pesar de lo cual su infraestructura y capacidad técnica supera a la de cualquier colega de nuestra región. La biología me insinúa que no lo tendré demasiado tiempo conmigo, a tiro de teléfono. Razón por la cual estas visitas se hacen cada vez más necesarias y emotivas.      

SEMANA TRAGICA

Relato libre sobre eventos desconocidos de la Semana Santa
Luis Octavo Corvalán
Marzo de 2016

Parte 1: La llegada

Simón acomodó el tronco y se sentó. Aprendió la distancia justa. Muy cerca y recibía un silencio incómodo que podía durar toda la noche. Demasiado lejos y se condenaba a un anonimato intrascendente y se perdía las novedades. Siempre había novedades. A esta distancia sabía que Jesús se largaba a hablar solo, pero sabiendo que Simón, para entonces llamado Pedro, podía escucharlo claramente. Ese diálogo indefinido, sin interlocutor establecido, fue la manera que tenía Pedro de llegar un poco más allá de las palabras destinadas a toda la tropa y poder escarbar adentro de esa mente brillante que tanto le costaba entender. 
Comenzaba a caer la noche pero quedaba tiempo para llegar a las casas de los amigos que los esperaban. Pero la decisión fue acampar afuera y entrar a la ciudad recién con las luces de la mañana. Había que cumplir algunas formas, y eso irritaba particularmente a Jesús, que había dedicado su vida adulta a violarlas. Le importaba el fondo, un mensaje, enseñanzas que rompían con siglos de costumbres que incluso como tales ya se habían distorsionado mal. 
El silencio duró algunos minutos, hasta que se escuchó el primer comentario, casi un susurro. “No va a ser fácil”, alcanzó a oír Pedro. Sabía que se refería a la jornada siguiente y los días posteriores. Jerusalén se podía, en tiempos normales. Era un pueblo bullicioso pero manejable. Pero esta semana era distinta. Con las presencia de Herodes y la de Pilatos con sus soldados, los visitantes y mercaderes que aprovechan la situación, Pedro estaba intranquilo. Muchas cosas podían salir mal. No entendía la razón, pero como tantas cosas que no entendía, aceptaba que algún motivo importante debía haber para llegar a Jerusalén justo para estas pascuas. Para mostrar que estaba compenetrado de la situación atinó a comentar: “Conseguimos el burro.”
            Alcanzó a ver de reojo como Jesús movía de un lado a otro la cabeza en señal de fastidio. Largos años de caminatas, de conocer gente, países, de ver el sufrimiento de cerca, de sentir hambre, amor y odios, se había hecho demasiado hombre. Volvía a Jerusalén después de dos décadas. Y no era ya el mismo, aquel niño que podía asombrar por sus conocimientos, recitar los libros, poner en contexto las parábolas con tan solo 12 años. Ahora eso pasó a segundo plano, incluso mucho era motivo de descarte. Talión, los muertos, el sábado, las lapidaciones. Cuanta energía errada, cuanto había por revisar, por cambiar. Quería un nuevo hombre, una buena nueva, un mundo diferente. Y de esos sueños, el burro era la menor de sus preocupaciones. Mateo era el que cuidaba esos detalles. Los consideraba hitos necesarios, para llamar la atención. Jesús en cambio los padecía. Se imaginaba que siglos entrados, la gente lo recordaría por el burro, por las palmas, por la ceremonia. Pero Jesús quería que sean sus ideas las que perduren. Y para ello el burro era un estorbo. 
            En eso llegó un mensajero. Confirmaba un dato que Jesús tenía por seguro: su madre y Magdalena ya estaban en la ciudad. Ese mensaje significaba otro más encriptado e importante: que Magdalena se había reunido con Claudia. 
Claudia Prócula, la mujer del prefecto Poncio Pilatos, era amiga de Magdalena y simpatizaba con la causa. Sabía, por su amiga, que Roma y sus autoridades no eran motivo de las enseñanzas de Jesús y no estaban bajo amenaza. Las autoridades religiosas, con Caifás a la cabeza, tenían sus motivos de preocupación. Lo que Claudia desconocía por entonces eran los negocios en común que ilegalmente mantenían su marido y Caifás, tema que estallaría unos años más tarde cortando abruptamente las carreras de ambos.
El resto de la compañía se durmió rápido y la noche ya se había cerrado haciendo desaparecer el horizonte. En la otra dirección, la silueta de la ciudad tibiamente iluminada demarcaba el límite entre el cielo y la tierra, límite que Jesús en más de una ocasión intentó relativizar. Era una de esas cosas que a Simón Pedro le costaba entender. Unos minutos más tarde miró en dirección de Jesús esperando de un momento a otro un comentario que aporte algo más de información, pero ya estaba acostado y profundamente dormido. Y ahí se le vino a la memoria nuevamente la única y breve frase que su maestro había pronunciado: “no va a ser fácil”.


Parte 2: Caifás y Poncio Pilatos

-Prefecto, lo espera Caifás.
Suspiro de fastidio.
-Espero que se haya bañado esta vez. Hacelo pasar.
Aparece vestido con todos los atributos, la capa con incrustaciones cubriendo la cabeza en una pompa innecesaria para la ocasión.
-Yusef, que alegría verte nuevamente.
-Debo esperar las Pascuas para que dignes visitarme, Poncio.
-Me dijeron mis fuentes que Cesarea queda a igual distancia de Jerusalén que Jerusalén de Cesarea.
-Eso es un rumor que generaron tus soldados, amigo. Vos tenés actividades aquí que te necesitan, yo en Cesarea solo puedo contemplar el mar y comer en exceso, en gran parte por tu culpa.
-Deberías ir ahora, tenemos arte, comercio, mujeres. Imposible aburrirte. El mundo no termina en estas murallas.
Caifás adopta un tono serio, arrima su cabeza a la del Prefecto y dice:
-Tenemos que resolver lo del Nazareno. Se está convirtiendo en un problema.
-Estoy al tanto, Yusef, pero eso es problema tuyo, no el mío.
-Pero si dejo pasar su arrebato del templo, eso afectará mis intereses. Yo recaudo de lo que allí ocurre. Y sabemos ambos que ese dinero nos es útil.
-Mirá Yusef, es cierto. Tenemos actividades que compartimos y tu aporte es ese dinero. Pero si yo dedico mi tiempo, mi poder y mis soldados para asegurar tu renta, ¿cuál es entonces tu aporte a nuestro negocio? Para eso me hago cargo del templo y recaudo yo. ¿Crees que no puedo?
-Se hace llamar el Rey de lo Judíos. Eso es intolerable, Pilatos. ¿Quién te dice que no va a ir por vos después?
-¿Venir por mí? Mirá a tu alrededor Yusef. Yo soy Roma, yo soy César. Un simple Nazareno que ni un sable porta no es amenaza para mí. Para vos, que te cagaste en las patas cuando ese Lázaro supuestamente resucitó, es un problema, no para mí.
-Estamos juntos en mucho, Poncio. Vos me necesitás para terminar el acueducto. Contás con mi dinero, y es mi pellejo el que se arriesga entregando esos fondos que le pertenecen al templo. Yo creo en tu palabra que los fondos vendrán de Roma el año entrante y podré reponer, pero soy yo el que está expuesto.
-Yo pude haberte despedido y haber nombrado un nuevo sacerdote, como hicieron los cuatro que me precedieron. Pero te mantuve ahí porque te creía un tipo razonable y me prometiste colaboración. Y que mantendrías tranquilo a tus seguidores. ¿Recordás el escándalo de las estatuas? Tus hordas me persiguieron hasta Cesarea y rodearon mi casa más de una semana. No ordené a mis soldados que los maten porque soy un tipo razonable. Y por suerte uno de esos tuvo la brillante idea de parlamentar y llegamos a un acuerdo. Retiré los símbolos de Roma para no ofenderlos y la cosa terminó ahí. Eso fue hace 5 años. Si por unos símbolos de mierda reaccionaron así, imaginate si ahora mato a uno de sus ídolos. Solo para darte el gusto, tranquilizarte. No me involucraré en tus asuntos. Si para vos es un problema, resolvelo con tu gente, con tus tribunales, no me importa. Roma no tomará cartas en este asunto, no durante las Pascuas. Tengo pocos soldados, demora semanas o un mes recibir refuerzos de Siria. No me compliqués la vida.
-Está bien. No pelearé contigo. Voy a ver que puedo hacer con mi gente. Pero al menos te pido la colaboración de media docena de soldados armados si decidimos detenerlo, anda siempre con un grupo de al menos 10 seguidores, a veces más.
-Eso ya lo dispones, pero no me lo arriesgues en situaciones desfavorables. Si vas a detenerlo, esperá a que quede solo.
-Gracias. Ahí le dejé a tu asistente dos vasijas de un vino como la gente, no ese vinagre que te traen de Grecia.
-¿No será ese vino que tu amigo el Nazareno fabrica de apuro, como me contó Claudia?
Mientras Caifás se alejaba preocupado se alcanzó a oír la carcajada de Poncio Pilatos que celebraba su propia ocurrencia. 


Parte 3: La misión de Judas

-¿Por qué ahora, Jesús?
-Es la hora Judas, ya es tiempo.
-Pero no entiendo por qué tiene que ser de esta manera.
-Te soy sincero, amigo, yo tampoco tengo claro por qué. Esta parte no es mi lucha, pero es mi destino.
-¿Y cual era la lucha, entonces?
-Lo anterior. Los pueblos, los caminos polvorientos, los pobres, los enfermos, las largas charlas. Eso era lo mío. Era lo nuestro.
-Sigo sin entender por qué estamos aquí, por qué te fascina Jerusalén.
-¿Fascinarme? Jerusalén es conflicto, es guerra, es muerte. Pasarán los siglos y dentro de estas murallas nos seguiremos matando. Yo estuve aquí de niño, por última vez. Tenía 12 años y tuve que huir como un criminal. Apenas pude despedirme de mi madre. Pasaron 20 años hasta que tuve el estómago para volver. Y lo más probable que no salga vivo de esta. No es fascinación precisamente, Judas. Y a vos también te estoy condenando, amigo del alma. Lamentablemente sos el único que puede comprender la tragedia que nos acecha. Pedro ni entiende lo que hablo, si no fuera por Marcos que le explica todo. Los demás les falta mucho. Van a entender, pero no en estas horas.
            Apoyando la mano en el hombro de Judas, Jesús continua:
-Tenés la complejidad que necesito para la dura misión que te toca. Vas a ir al centro mismo de la muerte y les dirás exactamente donde encontrarme. No puede pasar de mañana.
-No me van a creer, la traición es muy obvia.
-Diles que lo haces por dinero. Toda traición cierra con dinero. Ahí te creerán.
-Lo haré porque creo en la confianza que depositaste en mí. No es a mí al que creo, creo en tu sabiduría. Tampoco entiendo, pero lo haré. Y es a pesar que la misión que me pides excede en largo mi capacidad.
-¡¡Mi misión excede mi capacidad!!- bramó Jesús. -No entiendo lo que viene, solo sé que es mi misión. Tengo dudas, tengo miedo. Pero es lo que debe ser. Todos vamos a entender después, cuando estemos del otro lado. Debes creer en esto Judas, tus amigos te abandonarán, te repudiarán, pero yo estaré a tu lado. 

            En la planta alta de la casa estaban todos reunidos. Hacía mucho que no estaban cómodos, sentados, compartiendo una cena en una mesa. La charla era distendida, festiva. Jesús estaba, sin embargo, bastante callado, para variar la costumbre. Y Judas Iscariote sumido en un preocupado silencio. Antes de que los vinos hicieran efecto, Jesús habló:
-Hemos venido un largo camino hasta aquí. Han sido buenos y persistentes en este ministerio. Me han acompañado incluso en situaciones que sé que no entendieron. Esto que estuve haciendo ustedes lo aprendieron, lo asimilaron. Quiero que continúen con esta tarea cuando yo no esté.
-Maestro, ¿nos vas a dejar?
-Se acerca la hora en que debo regresar. Pero me quedo en cada uno de ustedes. Miren este pan que estamos compartiendo, tomen un pedazo cada uno y al comerlo están comiendo una parte mía. Vean esto como una comunión de todos nosotros. Una manera de concluir en un solo cuerpo, una sola idea. Ese es nuestro poder, el poder de la iglesia, de nuestra comunidad. Aquí comienza un nuevo tiempo, y son ustedes los encargados de llevar este mensaje a los confines del mundo. Que este vino sea mi sangre, que fluirá en cada uno de ustedes. Que con mi muerte se derramará, y de esa manera todos renaceremos a un nuevo mundo. Vinimos para cambiar, para terminar con la historia y empezar una nueva vida y construir un mundo diferente.
            Todos miraban asombrados, sabiendo que algo importante estaba por ocurrir. Solo Judas miraba la mesa, sin decir una palabra, sin levantar la vista. Jesús viendo su inacción se levantó violentamente y se dirigió hacia él. Judas se incorporó sobresaltado imaginando una agresión inminente. Jesús lo toma de la túnica, a la altura del cuello y mirándolo a los ojos le dice en voz baja pero con agresión:
-Hermano, vos tenés algo que hacer. Y lo que tienes que hacer, hazlo ahora.
            Judas tenía los ojos humedecidos, pero antes que se hiciera más evidente, dio la vuelta y se marchó.
            Todos quedaron en silencio mirando a Jesús, que permanecía de pie con la vista en la puerta abierta y la oscuridad de la noche de Jerusalén que nada bueno auguraba.


Parte 4: Olivos

            Avanzaba la noche en el Jardín de los Olivos. Sobre el cantar de los grillos solo se percibía a la distancia los ronquidos de algunos de los seguidores. Andrés, Bartolomeo, Pedro, todos que se habían comprometido a la vigilia.
-Padre, aquí estoy cumpliendo tu palabra, no la mía- recitaba Jesús.
-Vine al mundo por tu voluntad, recorrí países, aprendí a ser hombre, a sufrir. El hombre con todas sus limitaciones, sus bondades, su miseria, su dolor y su hambre. Vi gente pecar no por mala sino por no tener alternativa. Son producto de tu plan, son tu creación. Yo pasé por las mismas tribulaciones. Aquí estoy, estamos, cumpliendo tus deseos. Conozco lo que se viene, y me pesa como ningún peso que tuve. Es un rol el que cumplo, sin siquiera entender completamente su significado.
            Un largo silencio iba acompañado de gruesas gotas de sudor que al caer eran sudor pero al impactar el suelo era sangre. Por primera vez Jesús estaba sumido en un mar de dudas y profunda soledad. Como si lo hubieran empujado a un escenario desconocido, hostil.
-Te pido Padre si hay algo que puedas hacer para sacarme de encima esta pesada carga. No sé si estoy preparado para lo que me espera. Si tan solo hubiera otra manera.
            Los grillos y ronquidos empezaron a ser sobrepasados por el sonido de botas y cadenas que se acercaban a través del bosque. Antorchas iluminaban los metálicos rostros de soldados y un sacerdote que los acompañaba. Se detuvieron a pocos pasos de Jesús, que se incorporó.
            Apareciendo detrás de los soldados, Judas Iscariote se abre paso y acercándose a Jesús le susurra trémulo al oído:
-Aquí estoy Maestro, como me lo pediste.
-Hermano Judas, te pedí la más cruel de las asignaciones y cumpliste. Conmigo estás en paz y perdóname por hacerte compartir este suplicio.
            Terminado el silente intercambio, Judas lo besa en la mejilla.    

            A los pocos instantes el séquito se alejaba llevándolo a Jesús consigo. Judas quedó mirando la escena con gruesas lágrimas que bañaban su rostro. En su mano derecha aferraba un pequeño saco de monedas. Fue lo último que vio. Uno de los soldados que permaneció oculto se le acercó por la espalda, rodeó su cuello con una cuerda y la ajustó hasta que Judas, sin aire, se desplomó. Temprano a la mañana siguiente lo encontraron colgando de la rama de un árbol, con la misma cuerda todavía aferrada a su cuello.    

Bibliografía:
- El Evangelio de Marcos
-El Evangelio de Lucas
-El Evangelio de Juan
-El Evangelio de Judas Iscariote
-El Evangelio de Felipe
-Tito Flavio Josefo - Las Antigüedades de los Judíos
-Filo de Alejandría - Obras Completas
-Bart D. Erhman - Did Jesus Exist? - 2012
-Bart D. Erhman - Studies in the Textual Criticism of the New Testament - 2006
-Bargil Pixner - With Jesus in Jerusalem - 1996

sábado, 5 de marzo de 2016

LA TUMBA ERRONEA DE DI CAPRIO

Cuando James Cameron concibió su romántica Titanic, bautizó a su protagonista Jack Dawson. Y para ubicarlo en el gran barco sin dejar registro lo hace ganar el pasaje de tercera clase a Nueva York a escasos minutos de la partida en un juego de naipes entre apostadores compulsivos. Así se suma a una trama que culminaría en el célebre hundimiento y en su propia muerte. 
En 1912 la catástrofe del Titanic fue, como no podía ser de otra manera, una noticia de impacto mundial. Los sobrevivientes, unos 700 de una partida de más de 2200 almas, fueron rescatados por el barco Carpatia, como todos recuerdan si vieron la peli. Pero el día 18 de abril, algo más de 48 horas de producida la tragedia, y por pedido del gobierno británico, desde Halifax, capital de la provincia canadiense de Nova Scotia y ciudad más próxima al lugar de la tragedia, parten dos barcos menores al sitio del hundimiento con intención de recoger la mayor cantidad de cadáveres posibles para su correcto entierro y/o devolución a los familiares que así lo reclamen. De las más de 1500 víctimas estos dos barcos recuperaron solo 450 cadáveres. Unos 150 fueron inhumados en el mar mismo, demasiado mutilados por efecto del frío y los animales acuáticos y con la intención de evitar angustias mayores a los familiares. Los restantes, algo más de 300, fueron llevados a Halifax. Se los numeró en forma correlativa. Los que fueron reclamados por la familia se enviaron a Londres, USA y otros países. Pero 123 no fueron reclamados por su familia y aun hoy permanecen enterrados en el cementerio de Halifax. Entre las tumbas de las víctimas del Titanic hay una identificada con el número 227 y el nombre "J. Dawson". Desde el estreno de la película de Cameron esta tumba siempre tiene flores y mensajes. Durante un par de años fue todo un revuelo de fanáticas que visitaban diariamente la tumba del supuesto héroe de la historia.
El personaje realmente enterrado ahí era uno de los trabajadores del depósito de carbón, esos que trabajan paleando bajo la línea de flotación y son reclutados apenas unos días antes de zarpar, de a decenas, a tal punto que, para no demorar el trámite solo piden la inicial de su nombre antes del apellido. "J" en la tumba y en el carnet de afiliado que permitió identificar a la infortunada víctima representa "Joseph" o Joe, y no Jack, como el personaje de di Caprio. No creo que sus pesadas tareas en el barco por los m