Las tribulaciones de la vida cotidiana me llevan a veces a
pasear por el jardín, el de los senderos que se bifurcan, buscando definiciones
que no logro encontrar en otras partes. Vida, muerte, realidad, fantasía
aparentan cobrar sentido durante esas caminatas. A poco de andar, entre colores
maravillosos, perfumes de flores indefinidas y bifurcaciones inesperadas,
encuentro a un hombre sentado sobre una piedra leyendo un libro antiguo. Era el
tipo de hombre que aparentaba emanar cierta sabiduría. Al verme acercar, baja
el libro y me mira con amabilidad. Lo saludo cordialmente y se me da por
preguntarle su actividad, cuando en realidad quería saber qué hacía ahí.
Soy físico teórico, responde, con un dejo de rubor, como
pidiendo disculpas.
Que oportuno, respondí, porque me interné en este jardín
preguntándome sobre la realidad, como entenderla, interpretarla.
La realidad, como la vemos, no existe, responde. Ante mi
estupor, continúa. Todo el universo está compuesto por ondas. No hay realidad,
como tal. Solo ondas y los campos por donde discurren. Campos de fuerzas,
llamados bosones, campos de partículas, llamados fermiones. Y todo está
compuesto de ondas.
Pero yo veo cosas y las puedo tocar.
Es así, es nuestra percepción. Si observamos con atención
una onda, ésta se convierte en una partícula, pero si no la miramos, sigue
siendo una onda.
¿Si la miro, veo una partícula, pero si no la miro, qué
pasa?
La partícula no existe, al menos no en ese lugar, en ese
momento.
¿Yo con mirar puedo alterar el presente, entonces?
No solo eso. Si la partícula que observa está en movimiento,
proviene de otros puntos por donde pasó antes. Pero solo pasó por ahí si fue
observada. Mirando no solo altera el presente, usted altera el pasado.
Quedé pensando unos segundos y no pude evitar decir:
Con todo respeto, eso me suena contrario a toda intuición, a
toda lógica. Para ser franco, como teoría me parece absurda.
No se justifique amigo, a mi también me parece absurda y
contra toda lógica. Pero en 80 años de ensayos, experiencias y observaciones
jamás se contradijo esa teoría. Siempre se cumplió. Es como funciona la
realidad, el universo.
Cuando pude reaccionar, me di cuenta que todavía estaba con
la boca entreabierta. La transformé en una tímida sonrisa a manera de despedida
y seguí mi camino. Mientras pensaba en lo que acababa de oír iba observando las
maravillas de ligustros, flores y árboles que adornaban el jardín. Pensar que
eran solo visiones que se acomodaban a medida que las miraba. Apareciendo solo
en el instante que posaba la vista en ellas. Me di cuenta que paseaba por el
Jardín de los Presentes. Todo era presente, instantáneo, volátil. Y pensé ¿cómo
puede una teoría tan absurda estar tan acertada?
A poco de andar, en otro claro del jardín encontré un
segundo hombre, sentado también en otra piedra grande, contemplando el paisaje
hasta percatarse de mi presencia. Ilustrado el hombre, me daba la impresión.
¿Es usted físico? se me ocurrió preguntar por toda
presentación.
No, para nada. Respondió.
Soy economista liberal. ¿Y usted?
Yo cuando paseo por aquí sólo divago sobre la realidad y
esas cosas, no soy nada más.
Por supuesto, buen hombre, sería de gran ayuda.
La realidad la maneja el mercado. Las leyes de oferta y
demanda. Si uno deja librada las fuerzas de la naturaleza, el hombre busca su
progreso, realiza inversiones, surgen empresas, fábricas, productores. Si el
estado no interviene con regulaciones e impuestos que todo lo distorsiona, se
produce un círculo virtuoso de crecimiento, los empresarios se enriquecen,
pagan buenos salarios a sus trabajadores, estos consumen y así los grandes
beneficios de pocos se derraman sobre el conjunto de la sociedad, esta progresa
y todos están felices. Y como todos tienen buenos sueldos y son felices, pueden
construir sus propias casas, mandar a sus hijos a escuelas privadas y pagar por
una buena salud, así el estado no debe preocuparse por esos temas y puede
concentrarse en la seguridad, su principal tarea. Eso es lo natural, esa es la
mejor realidad que todos debemos buscar.
Y si amigo. Debo confesar que su explicación tiene su
lógica, suena muy coherente.
Como era un tema del que sí escuché hablar por décadas, algo
sabía al respecto. Y todavía con la cabeza alterada por las palabras del
físico, se me ocurrió agregar.
Pero en 80 años de ensayos, experiencias y observaciones
jamás se cumplió esa teoría.
Noté que el hombre me miraba sin ver, sabía que buscaba
desesperadamente entre sus memorias el ejemplo concreto que contradiga lo que
acabada de aseverar. Con una tibia sonrisa me di la vuelta para seguir mi
placentero paseo.
Sin ocultar una sonrisa cada vez menos sutil, iba pensando
íntimamente ¿cómo puede una teoría tan razonable estar tan equivocada?