domingo, 27 de septiembre de 2015

La Muerte de San José. Jesús y Dios, ¿un solo corazón?

Es clásico en los evangelios el faltante de toda mención a Jesús por un largo período que, cual exilio de Perón, dura unos 18 años. La última mención de la juventud es a los 12 años y el famoso berrinche en el Templo. Luego aparece para un lavado de cabeza con Juan el Bautista aproximadamente a sus 30 años. Nada se menciona en el medio. Por sus discursos y su actividad se puede deducir que anduvo por oriente, ya que muchas de sus enseñanzas se parecen más a las ideas que circulaban en India por entonces que las del Antiguo Testamento y las costumbres hebreas. Poner la otra mejilla es uno de tantos ejemplos que contrastan con las anécdotas de los libros del Antiguo Testamento, cargadas con venganzas de todo tipo.
En uno de los evangelios ocultos, esos que no llegaron a integrar el Nuevo Testamento, se menciona, sin embargo, una aparición de Jesús intempestiva en medio de ese período del que los 4 evangelios no hacen mención alguna. Y es cuando don José muere. No recuerdo cual evangelio (perdí el libro prologado por Borges) pero probablemente haya sido el Protoevangelio de Santiago, escrito cerca del año 150 y del que se conocen más de 140 manuscritos. Cuenta que José llevaba ya un período largísimo de tiempo muy enfermo y ya estaba agonizando. Cuando Jesús llega se da con un cuadro típico de un enfermo terminal de aquellos tiempos. A la familia rodeando al enfermo esperando el desenlace se sumaban en este caso un séquito de ángeles que revoloteaban por la habitación sin saber que hacer, ya que se trataba nada menos que del padre terrenal de Jesús, el ungido. Esta indefinición por parte de estos personajes subalternos del cielo enviados para aparentemente acompañar el alma de José al otro mundo, explicaba la eterna agonía de José que no moría de una vez a pesar de su irremediable condición. Jesús, al hacerse presente, habla con José, hace las paces y se despide. Luego, dirigiéndose a los ángeles, les dice que está todo bien y que porsigan con su tarea. Al cabo de este episodio José muere y se va al cielo.
Aquí aparecen una serie de señales muy curiosas que merecen señalar. A pesar que algunos creyentes no les guste, voy a expresar lo que yo saco de este episodio. Jesús, como mencioné antes, tiene una formación que choca de bruces con algunas leyes del Antiguo Testamento. Hay un conflicto que subyace a lo largo de los relatos con su padre, el Dios de la Biblia. Lo que se lee entre líneas el genial José Saramago lo hace explícito en su formidable ficción “El Evangelio según Jesucristo”. Aquí hay una resistencia a lo largo del relato de Jesús de aceptar su rol de carne de cañón para el perdón de los pecados del hombre. No comprende su rol y se resiste a él. En los evangelios blanqueados, en particular en el de Juan, hay un episodio muy dramático que deja al descubierto este conflicto y transcurre minutos antes de ser detenido Jesús, en el Monte de los Olivos cuando pide sin rodeos al padre que le “saque este peso de encima”. No quiere ese rol para él. Y en el episodio de José hay una muestra más de esta diferencia: Jesús no es Dios. Jesús, al igual que Hércules y otros personajes de la antigüedad que fueron producto de la cruza de un dios y un humano, no es lo mismo que el dios, es otro personaje. El erudito de la Universidad de Princeton Bart Erhman justamente dedica un libro a explicar cuando Jesús se convierte en Dios. Esto pasa más de un siglo después de estos eventos. Mientras tanto, durante su vida, todo hace pensar que Jesús era una persona y muy diferente a su padre. Y él conserva en la tierra una cuota de poder que es respetada o al menos temida por el piquete de ángeles que no se animan a llevarse el alma de José sin su consentimiento. La muerte de José queda así documentada en este evangelio y Jesús interrumpe su famosa desaparición de 18 años al hacerse presente en ese momento. La primera vez que lo leí me hice la fantasía que Jesús promediaba sus 20 cuando muere José, pero investigando más tarde de otras fuentes aparentemente ocurre muy próximo a su reaparición, cerca de sus 30.

Unos quince siglos después, María de Jesús de Ágreda (1602-1665-foto), una monja española, un buen día empezó a escribir una monumental obra de cuatro tomos con la historia de María, la madre de Jesús. Esta obra, según esta monja, fue dictada en sueños por la propia protagonista, convirtiendo este largo relato en la autobiografía de María, para los que creen en ella. Sin entrar a cuestionar la validez del documento, la mera historia del mismo y su existencia conforman un hermoso e intrigante contexto que invita a la lectura. El texto fue reconocido por Papas y teólogos a lo largo de estos cuatro siglos. Y a mí lo que más me impresionó es que esta monja del siglo XVII, sin gran erudición ni acceso a los evangelios ocultos de los primeros siglos, relata con detalle lo que pasó a conocerse como la “alegre muerte de San José”. Cuenta como José estuvo ocho años cargando su enfermedad, sus conversaciones con la familia, la aparición de Jesús y los diálogos con su padre. También destaca la presencia de los ángeles y el estado dubitativo de los mismos. El problema lo soluciona el propio Jesús en términos muy parecidos a los relatados en el evangelio, pero aquí con diálogos y situaciones más detalladas. Ambos relatos sobre la muerte, tan distanciados en tiempo y espacio, asombran por la superposición de la situación. A su muerte, José contaba con 108 años, esto en sintonía con el Evangelio de Felipe y otros relatos como las del propio Santiago. Los detalles de como José, ya anciano, termina a cargo de la joven María, además de estar detallados en estos Evangelios, aparece reproducida en el Corán.  A los curiosos les sugiero que busquen las lecturas, tanto de los Evangelios Apócrifos como “La Mística Ciudad de Dios”, como se llama la obra de la Venerable Sor María de Jesús de Ágreda, como pasó a ser conocida María Coronel de Arana, su nombre de nacimiento. Yo confieso que estas lecturas me apasionan más que Games of Thrones o el Señor de los Anillos que tanto furor hacen en la actualidad. Yo tengo mis dudas y respeto tanto a los que creen como a los que piensan que todo esto es pura fábula. Pero la mera posibilidad que algo de esto haya ocurrido ya es motivo de un sano asombro que me resisto a abandonar.