domingo, 10 de marzo de 2013

RUMBOS - Sobre la muerte de Chávez

Reflexiones Domingueras -  10-03-2013

Semana movidita si las hubo. Las conclusiones y los análisis están por todas partes, no quiero redundar en eso. Pero sí me gustaría mencionar algo que percibo desde la distancia, desde una altura tal que podamos abarcar nuestro querido continente y alrededores. La caída del muro de Berlín se celebró anticipada y erróneamente como el triunfo de las ideas individualistas y liberales sobre los conceptos integradores y socialistas, mal sintetizados por la guerra fría entre USA y la URSS. Digo mal sintetizadas porque esa guerra la protagonizaron dos superpotencias y sus cuitas poco y nada reflejaban las peripecias y necesidades de un sinnúmero de países "de a pie", más chicos, menos militarizados, menos desarrollados. Fukuyama proclamaba el fin de las ideas que no era otra cosa que decir, "dejen de pensar, mis ideas prevalecieron." En la práctica eso se tradujo en un "Consenso de Washington" que su propio nombre es una contradicción en sí misma, sabiendo que un país como Argentina, en Washington, no puede consensuar demasiado que digamos.
A caballo de eso se montaron los UCD y los más impresentables del peronismo para liquidar un país, que a los tropezones pero aceptablemente, había contenido a su sociedad hasta la llegada de la última dictadura con su circo de asesinos físicos, sociales y económicos que lisiaron de gravedad cualquier equilibrio logrado tras generaciones de esfuerzo.
Como eran de esperar, los experimentos económicos, que no se aplicaron en ningún "país serio del mundo" terminaron devastando desde los vulnerables como Jamaica y Argentina, hasta sólidas economías como Corea del Sur y Brasil, Rusia incluida. 

¿Cómo se salió de eso? Con política, con ideas, con sensibilidad y participación social. Las ideas no murieron, fueron anestesiadas para que la anti-política hiciera de las suyas. Hoy los grupos económicos son mucho más poderosos e influyentes que en la década del 70 y la gente, salvo puntuales excepciones, vive peor o con más dificultad que entonces.
Ver un continente movilizado, dolido, hermanado e intercambiando palabras de comprensión y aliento no puede ser mejor síntoma de los tiempos que corren. Estamos llenos de política, de ideas, de integración. Recuperamos el concepto de "tejido social". Yo no me salvo, o mi salvación no tendrá intensidad y sentido si mi prójimo se pierde en el camino. Es un "tejido", un entramado social donde el peor de los mensajes es una filosofía de "sálvese quien pueda" o la darwinniana de "sobrevive el más apto". Las oposiciones en general no comprendieron el cambio de época, dedicadas a denostar a los gobernantes están asombrosamente carentes de ideas, cuando es eso lo que se está demandando de ellas. Algún idea "nuestra", algo superador, algo acorde al siglo XXI. Importar experiencias de otros países, mejor fundados, con pasados más consistentes o con otro grado de desarrollo, con otras idiosincrasias no sirvieron y el votante ya sospecha de eso. El gran ejemplo Chile no pudo sacudirse de 17 años pinochetistas que los tiene todavía sin que logren diagnosticar sus males. Los grandes centros de opinión los tienen como ejemplo pero deben convivir con un obrero minero ganando 70 u 80 veces lo que gana un jubilado, empleos precarios y una educación solo accesible a los que pueden pagar. El otro ejemplo de liberalismo que sobrevive en el continente es Colombia, donde la izquierda se estigmatiza con una guerrilla tan absurda como demodé que cree que plantarse 50 años en la selva es sinónimo de movimiento o evolución social, con armas y todo. Patético, contraproducente y totalmente innecesario. Un ejemplo de lo que digo es el didáctico almuerzo con Mirtha que reapareció por los medios y que compartieron Chávez y Macri, allá por 2003. La mayor esperanza de la diestra vernácula hablando un rosario de lugares comunes sobre mirar al futuro, hacer las cosas bien y otras profundidades conceptuales mientras nuestro desaparecido bolivariano le daba una lección de contextualización histórica y de pertenencia imprescindible para cualquier proyecto político.
O el decadente análisis de Lilita que trata de convencernos que la masiva despedida a Néstor Kirchner era una puesta en escena, una obra de teatro. La bronceada candidata crónica no tiene idea de lo que pasa en la calle, o subestima al destinatario de sus locuras. Ambas posibilidades explican su desaparición política, a pesar de su permanencia mediática.
Podemos no coincidir en las ideas, en los personajes, en los métodos, pero el pueblo latinoamericano despertó de un letargo demasiado largo, hoy está de pie defendiendo lo logrado, y si a alguien no le gusta, tendrá que presentarse con algo superador, algo que lo convenza que lo ofrecido es mejor que el muy imperfecto presente que se tiene, y eso requiere pensar, elaborar y presentar IDEAS, conceptos, discursos. En una palabra, hacer POLITICA, nuevamente, como nunca se debió dejar de hacer. Desde Pericles hasta Obama, donde hay o hubo una democracia, al soberano hay que convencerlo, más aun cuando está despierto y atento.
Dije muchas veces, me felicito vivir en este continente, tan hermoso, tan injusto y tan golpeado, que tenemos mucho por hacer y es fácil y emocionante sentirse protagonista de estos cambios. Y al ser un continente inmensamente rico, los cambios se perciben rápido, no se pueden disimular o negar. Argentina era un país integrado y por ahí muchos pueden negar algún progreso, pero visitar Bolivia hoy y es un país completamente distinto a la Bolivia de los 90, por no ir demasiado atrás.
Debemos asumir nuestro rol de mandantes, se nos murió un mandatario, pero si conocemos el rumbo, no le podemos errar, somos los protagonistas, los que escribimos nuestra historia.
En estos días ejemplares, de tanto simbolismo y tanta significación, mi más emocionado saludo a los hermanos latinoamericanos.

AYER FUE OCTAVIO

Reflexiones Domingueras:   03-03-2013

Decía que ayer fue Octavio, porque para mí hoy es 3 de marzo, y el 2 de marzo hubiera cumplido 90 años. Se fue hace bastante, pero llevo conmigo una parte importante de él. Esto de leer en la cama, leer mucho, y lo que hago ahora mismo, escribir. No puedo escribir como él, pero puedo escribir, a diferencia de muchos colegas que se absorbieron en sus ingenierías y descuidaron las palabras, con honrosas excepciones. Gracias a mi viejo conocí una parte distinta del mundo y pude vivir mis "días ejemplares" desde una butaca privilegiada de la historia. Me gusta el término "días ejemplares" y en otra nota podremos hablar en detalle de lo que significa para mí. Lo saqué del título que le puso en castellano al único libro en prosa que escribió el gran Walt Whitman, que se lamaba "Specimen Days". Una importante editorial contrató a Octavio para que lo tradujera al castellano. De vez en cuando agarro uno de los tantos libros que escribió y lo leo, en algunos casos releo. Aunque sea de una especialidad que me es generalmente ajena, lo disfruto y lo entiendo. Sabiendo que son palabras elegidas por él, me puedo imaginar exactamente como hacerlas sonar en mi mente, con su voz, con su dicción perfecta. Y también lo tengo en audio, su modulación gardeliana, su guitarra y esporádicamente algún amigo acompañando. Hasta yo aparezco en un par de temas. El viejo se dio maña para trascender y a pesar de lo años que lleva ausente de cuerpo, está más presente que nunca. Elijo con más cuidado cuando escucharlo, porque todavía emociona si me pilla con la guardia baja. Pero leerlo es más inofensivo y permite un aprendizaje muy lindo. Didáctico hasta en las anécdotas.
Su capacidad de lectura era apabullante. No duraba más de 72 horas un mismo libro en su mesa de luz. Y si yo lo tomaba después podía ver infinidad de anotaciones al margen, subrayados y tachones a lo largo de las páginas. Analizaba con igual rigurosidad a una docena de poetas rusos como a su gran amigo y paisano Bernardo Canal Feijoó. Los hispanoamericanos eran su fuerte pero conocía soberbiamente la literatura universal, "desde Homero hasta Jorge Asís" como bromeaba, satirizando un espectro imposible que pretendían abarcar en ciertas cátedras de su querida y demasiado ingrata "Facultad". Se atrevió a escribir un libro para enseñar Inglés a gente que habla castellano. Las explicaciones estaban "en castellano" ya que era el idioma que dominaban los destinatarios del libro, algo completamente "blasfemo" para nuestros tradicionales "profesores de inglés" y que les producía un inexplicable escozor. Y me encantaba saberlo.
Acompañó a Borges con su guitarra y gracias a su inserción en diversos medios pude conocer y tratar a gigantes de la literatura y la música, como Ana María Matute, Miguel Angel Estrella, Hugo Díaz y tantos más.
Pude darle algunas tibias satisfacciones, creo. Mejores motivos para su orgullo demoraron demasiado en llegar. Me hubiera encantado oír sus opiniones sobre mis escritos recientes. Sus críticas y consejos me hubieron permitido un crecimiento que no puedo lograr solo. Pero noto su impronta, su influencia al escribir. Ser claro, entendible, tratar lo complejo con palabras simples, evitar la grandilocuencia y el vocabulario elitista y académico son elementos suyos que pude incorporar a mis limitados recursos.
Lejos de ser algo que uno arrastra, esta parte central de mi historia me aligeró la marcha, me dio mejores herramientas para pelearle a la vida y me dejó apuntando en la dirección correcta cuando llegó el momento de seguir solo. Me hubiera gustado tenerlo más cerca cuando lo tuve, pero es un orgullo y un gusto que me pude dar ser su hijo. Gracias papá.