Hoy se cumple el centenario del
nacimiento de mi padre. Para los que habitualmente me leen, sabrán que él fue
un tema recurrente en mis escritos. De chico era la figura cotidiana, la figura
paterna casi clásica. Tocaba la guitarra, eso sí. Era una curiosidad en los
Estados Unidos y Canadá donde yo estaba creciendo. No tenía conciencia todavía
de su constante y perdurable influencia en mi formación. Para mi era natural
instalarme en su oficina rodeada de libros, resmas de papel y la máquina de escribir.
Era un lugar de juego durante las horas en que él acudía a la universidad a dar
clases. Poner una hoja de papel, apretar las teclas al azar, incluso años antes
de dominar la escritura, era para mí más divertido que jugar en mi pieza con
los juguetes que correspondían a mi corta edad. Indefectiblemente regresaba
para descubrir su máquina de escribir manchada de negro, la cinta de lino
enredada y fuera de lugar, las hojas de papel arruinadas en el suelo. Jamás me
retó por esas travesuras. Hoy lo imagino paciente, esperanzado que ese
pasatiempos travieso se haría una costumbre creativa cuando llegue el día de
entender la mecánica de plasmar el idioma y las ideas en papel. Y así fue.
Imposible exageran la influencia que
tuvo en mi vida. Y con el correr de las décadas y aun hoy, a muchos años de su
desaparición, descubro cuánto influyó en otras vidas, incluso de gente que
recién conocí hace poco tiempo. La forma de pensar, de analizar, de percibir la
realidad, de vincular la historia, la geografía y la economía con la cultura
fue, sin ninguna duda, algo que aprendí de forma directa de las largas charlas
que supimos tener cuando las circunstancias lo permitían. Para mí, su fuerte
eran las letras. Pero un día una persona, demasiado joven para haber vivido el
nazismo alemán, hizo una pregunta ingenua al respecto. Y presencié como, en
menos de 10 minutos, hizo un resumen notable de la historia del Siglo XX. Ahí
percibí que mi preciada capacidad de síntesis, que me valió elogios de mi
maestra de 6to grado, tenía un claro precedente. Una vez, creo que la única, lo
fui a buscar a su Facultad. Y esperé en la puerta a que termine la clase. Al
lado mío estaba el novio de una de sus alumnas, esperando lo mismo. Resulta que
este pibe era estudiante de Ciencias Económicas. Y escuchaba la clase desde el
pasillo. Mi padre estaba explicando el contexto económico del período entre las
dos guerras mundiales, conocimiento indispensable para entender la producción
literaria del momento. Finalizada la clase, el muchacho se acercó para
comentarle que jamás había oído una descripción tan clara y elocuente de la
economía de ese período. Tuve que esperar largos minutos hasta que esa
interesante charla concluyera. Contextualizar la cultura de forma tan completa
fue una de sus características sobresalientes y que se aprecia muy bien en sus
libros de análisis, como El Postmodernismo, Modernismo y Vanguardia, La Madurez
de Leopoldo Lugones y los muchos libros de literatura regional y sus autores
que escribió.
Y si bien para cuando yo empecé a
escribir de forma regular mis propios relatos y análisis él ya no estaba, no
puedo dejar de reconocer la enorme influencia que dejó en mi formación. Es
inevitable para mí recordarlo hoy y compartir este momento con mis amigos.
Compartiré con ustedes varios links
a su historia, su música y sus cuentos.