Entre la academia se acepta que el Evangelio más
antiguo es el de Marco. Luego siguen los de Lucas y Mateo, no interesa mucho
cual está primero, pero ambos inspirados bastante en el de Marco. Y el de Juan
se coincide que es el más reciente. Aclaro que de ninguno hay originales. Lo
manuscritos encontrados son copias de copias de copias, el más antiguo data de
unos 200 años después de que fueran escritos originalmente. Los originales, a
su vez, fueron escritos entre 40 y 70 años después de la desaparición de Jesús.
La gran discusión que entretiene a muchos eruditos hoy es exactamente cuando
Jesús de Nazaret se convierte en Dios. Dejando de lado teorías que algunas
religiones yankees como los Mormones o Testigos de Jehová sostienen, ya que
ninguna de ellas poseen eruditos de fuste y sus conclusiones salen de ideas
caprichosas que solo ellos sostienen, es interesante analizar las opiniones de
estudiosos serios en la materia, académicos en su mayoría católicos,
evangelistas y agnósticos. Aclaro, para ser honesto, que entre los Testigos
hubo uno de la actualidad muy versado en la Biblia llamado Greg Stafford que
tuvo la osadía de defender sus ideas frente a colegas de otros credos y lo hizo
con buen nivel académico. Por supuesto esto le valió la expulsión (año 2009) y
como no podía ser de otra manera para un yankee de Connecticut tan propenso a
los microemprendimientos, de inmediato fundó su propia religión. Algún día
podemos profundizar en la teoría que sobre Jesús sostienen los Testigos.
Volvamos a Marcos. El evangelio dice en su
aclaración que es la historia de Jesús, el Mesías, hijo de Dios. Pero en su
contenido, al menos los primeros 8 capítulos, algo así como la mitad del libro,
los protagonistas del relato (familia, vecinos, discípulos y sacerdotes) no
entienden quién es Jesús. La resurrección de Jesús lo transforma en un ser
divino y en esa ocasión, expresa, Marco, Dios lo adopta como su hijo y allí se
convierte en una deidad. Esto es similar a otros personajes de la historia que
murieron y al resucitar se hicieron una especie de dios, como Rómulo, fundador
de Roma, o el propio Moisés del Antiguo Testamento. O sea, según Marco, Jesús
se convierte en hijo de dios al resucitar. En Lucas y Mateo, en cambio, la
divinidad de Jesús se hace presente en el momento del bautismo de Jesús, cuando
se abren los cielos y baja el Espíritu Santo.
Y finalmente Juan, en su primer verso, ubica a
Jesús al principio de los tiempos coexistiendo con Dios desde el vamos y se
hace hombre después y es el propio Dios el que concibe a María la Virgen.
Esta tendencia cronológica de ir ubicando a la
divinidad de Jesús cada vez más atrás en el tiempo según el autor del Evangelio
que leamos, disparó toda una discusión durante los primeros siglos del
cristianismo. Dos eruditos de Alejandría, Ario y su obispo superior Alejandro,
presentaron las teorías más aceptadas para comienzos del siglo IV. Ario
sostenía que Dios padre, el todo poderoso, creo a Jesús en un determinado
momento del la historia y le dio su carácter divino, pero inferior en rango.
Alejandro en cambio sostuvo que Dios y Jesús coexistieron siempre y con igual
rango, o sea, son básicamente el mismo Dios. Estas dos interpretaciones tratan
de conciliar con cierto raciocinio las contradictorias expresiones de los
evangelios. En el Concilio de Nicea del año 325 se trató exclusivamente ambas
interpretaciones. Y por una votación finita ganó la teoría de Alejandro. Y esa
visión se volvió un Credo para el cristianismo “mainstream” que vino a
continuación. En algún momento con más tiempo podemos profundizar en las
corrientes de pensamiento previas a las teorías de Ario y Alejandro que son muy
interesantes para comprender como se llega a esas dos propuestas zanjadas en
Nicea.
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